No lo hagas
por Elena Karina
Byrne
para nosotras dos
lo que come el corazón es sobre todo corazón* y
me gustaría, en este jardín que se marchita vencido por el sol, volver a estar hambrienta,
tan hambrienta y
asustada por la boca abierta del deseo.
No te lo tomes como
una despedida cruel, no vayas tan rápido.
Yo sola temo estar
sola, lejos del vocabulario de la sangre. Me gustaría
saber donde dejé el
miedo sentado en la infancia, en
el zoo, sentado en
las sinuosas escaleras de Escher, diciéndole esto en voz alta
a mi madre muerta,
tan alto como si tuviera cabeza de un león en la boca, tan alto
que sobrecogiera a la
audiencia para medir el impacto, que nos obligara a volver
a casa para decírselo
al padre, muerto y enterrado, el centro de atención
del estallido.
Tú no puedes oír esto,
como un eco que responde a destiempo.
Tú también estás muerta en el
corazón del circo, sola
porque todos se han
ido, y ya no pueden darte de comer.
No puedes sentarte en el regazo, en la boca, arrodillarte despacio en el suelo;
no puedes sentarte en
la trona de cemento, no puedes sentarte en el paisaje de esta habitación,
ahora
prueba del
crimen, revivida aquí de nuevo, no puedes llevarme
a ningún lugar, a salvo del deseo del león
que no te comerá, que
no me comerá, contemplando
el jardín animal, mientras sacude la cabeza, amarilla como el heno.
el jardín animal, mientras sacude la cabeza, amarilla como el heno.
*(Nota de la autora): tomado de un poema de Stanley Kutnizt.
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