domingo, 6 de septiembre de 2015

Carta de amor a las ciudades que ya no tengo.


Hay ciudades que uno no volverá a ver
Joseph Brodsky

Queridas ciudades, querido Utrecht, querido Edimburgo: me lo disteis todo. Todo lo que en ese momento me podíais dar. Todo lo que en ese momento yo estaba dispuesta a tomar. Querido Utrecht, querido Edimburgo: vosotras sabíais que yo echaba de menos Madrid, y sin embargo. Que os comparaba continuamente, y sin embargo. El clima, el transporte público, la cantidad de nubes y lluvia y nieve, pero nunca la cantidad de atardeceres limpios, de atardeceres rotos, de atardeceres que no van a estar desviviéndose por que los describas. Y sin embargo, yo decía. Sin embargo echo de menos las calles sucias y el aliento que me han robado. Sin embargo no me imagino viviendo aquí toda la vida. Sin embargo se me atraganta la lengua, las costumbres, los dobles grifos raros en los que es imposible conseguir agua templada, como a una ciudad: o la odias o la amas. Querido Utrecht, querido Edimburgo, yo os amaba fugazmente, yo os amaba en la distancia, como una idea y una silueta y una belleza extática que casi no llegaba a comprender. Querido Utrecht, querido Edimburgo: supongo que fuisteis demasiado buenas, que me consentisteis y me malcriasteis mientras amaba a otro y quería a volver, pero tan sólo era fiel a la idea de mantenerme extranjera, de mantenerme extraña, de ser fugitiva. Querido Utrecht, querido Edimburgo: nunca dejé que me atraparais. Vuestro brillo precioso que cegaba a todos no relucía para mí. Había huido hacía tiempo a un lugar que no dejé que me soltara. Ahora regreso y ya no está. ¿No está qué? La belleza que me gustaba encontrar en los barrios, en los callejones sucios, en la periferia. En los lugares equivocados. También eso os lo habéis llevado, y está bien. Supongo que fue un castigo por huir. Ahora aquí también piensan que soy extranjera.
(Publicado originalmente en Fantastic Plastic Mag)

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