miércoles, 13 de febrero de 2013

Vivir en la montaña.



Pedir un relámpago y que el cielo responda. Pedir una textura de arena blanca y que el pueblo se transfigure en playa. Pedir un caballo y que pase, lento, rozándome el lomo.

(Ariana Harwicz, Matate, amor)

En la montaña no se puede desear. En la montaña las cosas no ocurren, son. Yo crecí en las montañas. Allí el idioma no tiene dobles sentidos. No hay nada que hallar. Nada que guardar en él. Si dices nieve, significa que nevó. Si dices "hambre", te darán de comer. Si dices amor, creerán que dices hambre, o sed, o necesidad. No decimos nieve cuando hace sol ni hambre cuando no hay qué comer. Los soñadores, los que desean, no sobreviven a la montaña. La montaña es una lucha a cuerpo a cuerpo. A solas con la montaña. Donde ganar también es perder. Donde lo que existe es la batalla, no el miedo. Allí la cuestión no es tener miedo, sino querer tenerlo.

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