martes, 20 de noviembre de 2012

Votos.

Cuando llegué, la ciudad era roja
y sólo era verano por la noche,
el territorio de los pájaros salía a pasear
cuando dejaba de existir
y las montañas crecían
si nos dábamos la vuelta.
En la orilla nunca supimos
lo fría que estaba el agua.
Esto era el fin del día:
los pies sumergidos,
las manos en la nuca,
un corte en la naturaleza
del que ni siquiera salían insectos;
la corrección del tiempo,
allí, tiene otro nombre.

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