miércoles, 1 de agosto de 2012

sobre irse.


Pero éramos dioses con adjetivos.
(Clarice Lispector, Aprendizaje o el libro de los placeres.)

Siempre que alguien se va, las mañanas son frías. Como si la ausencia contara más que el verano. Como si el verano contara más que el año. Como si el tiempo equivaliese a la pobreza. Como si tú tampoco te fueras. Siempre que alguien se va, las mañanas frías cortan el aire. El pecho se resguarda. Imagina como todo. Como una casa vacía. Sin ventanas. Cristales. El aire. (Fin.)

7 comentarios:

  1. Pienso que las despedidas serían menos duras si nos volviéramos cada uno a su sitio sin darnos la espalda.

    ResponderEliminar
  2. Me encantó. Y en el momento justo. Ya que estamos, lo utilizo y te cito: http://marablackflower.blogspot.com.es/2012/08/me-pesan-las-despedidas.html

    ResponderEliminar
  3. Hay también un olor en el aire que no responde a nada conocido, o quizás sea el cadáver del adiós. Quién sabe.

    ResponderEliminar
  4. Y qué decir si él que se va es uno mismo...

    ResponderEliminar
  5. Has descrito la versión definitiva de las despedidas. Y ahora tengo miedo de tanto conocimiento.

    ResponderEliminar