(Haarlem, Holanda, julio de 2010)
Decimos: paseos con helados que saben al final del verano. A los últimos chapuzones. A los últimos paseos en bicicleta. Que sólo finales de agosto. Que aún queda septiembre y todavía no huele a Madrid, ni a libros nuevos, ni a facultad de filología. Que aún está lejos, demasiado lejos. ¿Entonces? Saben al principio del fin. Apuramos las gotas que resbalan, no queriendo desaprovechar nada. ¿Y nosotros, quedará algo para cuando regrese(mos)? Helado derretido. Como a mí me gusta.
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