domingo, 20 de junio de 2010

en busca de lo trascendental.

Acabaré escribiendo
cualquier cosa
menos poesía.

Acabaré ahogada
en la sábana,
en la cama verde
que no alcanzo
cama
a la que no llego
por este camino
ruidoso.

Autobús: casa.

Argelinos dormidos.
Maricas que respiran
rápido
como si vivieran al borde
de la muerte.

Transporte atestado: casa.

Acabaré mareada
en la cuneta
dos euros ochenta y cinco
céntimos.

Y a cada hora el trayecto
es más
peligroso.
Y a cada hora
la cama
es más
extraña.

Acabaré mandando
Continental Auto
a la mierda.

Porque la vida
es cualquier cosa
menos poesía.

Porque qué tiene
de poético
el miedo hoy
en mi carne.

Acabaré haciendo
cualquier otra cosa
menos
poesía.

Porque no es lo que tú.

Ni lo que yo.

Porque no es lo que el mundo
necesita.


(c) Luna Miguel, Notturno 223, cuarta parte. (blog)

Me he comprado Estar enfermo, el primer poemario de Luna Miguel, una joven poetisa que a sus diecinueve años ya viene pisando fuerte. El poema que he escogido para la cita no aparece en dicho libro, pero refleja muy bien esa sensación que algunas personas (tal vez todas, tal vez unas más que otras, tal vez unas lo dicen y otras no) tienen: que la vida no es poesía. Puede que la vida sea más prosaica de lo que nos gustaría, puede que, en ocasiones, nos sintamos asqueados y solos.

Pero la poesía está ahí. En las pequeñas cosas. Sólo hay que buscarla, y creer en ella. Y pensar que no todo tiene que ser trascendental ni necesario. La vida y el ser humano son contingentes, casuales. Fortuitos. Como la poesía. Una de las cosas más inútiles que existen, y quizás de las más bellas.

El mundo necesita a la poesía para no ser tan inmundo.

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