Hacer el amor en ciudades dormitorio
En el lugar de
donde vengo, no hay ciudades dormitorio, porque de día todos viven y de noche
todos duermen.
Eso le dije. La
seducción consiste en contar historias.
En realidad, me
gusta este frío suave y benigno de la ciudad.
Me gusta ese
autobús cruzando la autopista, le dije, a punto de estrellar.
Dentro de las
ciudades dormitorio siempre pasan cosas buenas.
O al menos pasa
el amor.
O al menos, la
vida.
Una vez dije que
las ciudades dormitorio eran ciudades sepulcro. Yo quería vivir donde siempre
brillase la luz. Donde todos fuésemos siempre extraños.
La luz no estaba
allí. Sí el comienzo. Sí la autopista abierta en canal. Un autobús verde. El
frío en la marquesina acariciando el borde de mi falda. La espera desde la
ciudad. Sus luces agitándose a lo lejos, como un pañuelo que dice adiós. Extranjeros
paseando a sus perros. La manera en la que me explicó cómo se quería a un niño.
Por una vez: la vida sucediendo en otro lugar.
La vida
sucediendo en algún lugar entre todas esas urbanizaciones idénticas de chalets
adosados. Allí. Detrás de las cortinas idénticas. De todos los dormitorios
idénticos. Gritos idénticos. Temblores idénticos. Allí.
No podría
volver. No sabría volver. Pero volvería.
Al empezar el
viaje te entregarán un corazón. Un corazón morado, no rojo. Su latido te hará
pensar que eres poderosa. Siente la carne palpitando en tus manos. Puedes romperlo.
Debes.
El último en
hacerlo paga el viaje.
Vengo del blog de Jorge Ampuero y me ha encantado tu Rincón; por lo cual, si no te importa, me hago seguidor de tan especial Espacio.
ResponderEliminarAbrazos.
¡Gracias! Por supuesto y bienvenido :)
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