1
Resaca de amor adolescente. O de poesía. De pérdida, en todo caso. Despertarte una mañana, restregarte y los ojos, ver la luz del mediodía entrando por la ventana y saber... ¿Saber qué? Que ya no está allí.
2
Mi materia es la pérdida, escribe Berta García Faet en su libro Fresa y Herida. Quizá la pérdida sea atreverse ser vulnerable. Pero ¿frágil? / ¿Dices frágil? / Nunca paras. Nunca paras. No, no frágil, sino vulnerable. ¿Qué es ser vulnerable? Mostrar la herida. Convertirla en fresa. O viceversa. Ser vulnerable es asumir que Hoy está todo claro: / el amor lo ve todo muy bello, o preguntar: ¿Nos vamos a París? ¿Nos vamos a París? O prometer: Me casaré contigo. Verás. Me casaré contigo. No somos frágiles porque no paramos. Aunque a veces paremos de escribir: sabemos por qué (esperamos la pérdida). Porque coleccionamos deseos y documentos. Deseos y acumulación. De deseos. De la sed que no se apaga con nombrarla. (Pero / decir distimia no la suprime, / decir océano no lo suprime.) Invocación; ritual; sacrificio: poema.
3
El primer poema lo escribió un adolescente. Un adolescente, además, inseguro e insatisfecho que se cuestionaba a sí mismo. Un adolescente que podría ser cualquiera, un adolescente expuesto y a la defensiva que cobra voz en los poemas de Berta:
Os preguntáis,
¿cómo se engendra un poema?
Yo os lo diré,
pero no me peguéis:
(…)
Berta describe, como el proceso de una historia de amor adolescente (ridícula e intensa; ridícula y plena; sin fin y sin sentido; que no entiende de horas ni de distancias), las calamidades del poeta enfrentándose a la palabra, cortejando a la palabra (o ligando con ella), invitando a la palabra a salir, a tomar algo, a pasar un tiempo juntos. El adolescente hace las preguntas de rigor. El adolescente enamorado, después, con su imagen idílica en su cabeza, hace otras preguntas. Preguntas a las que no sabe poner palabras. Preguntas a las que las palabras no dan respuesta. Con la poesía el adolescente siente una especie de encaprichamiento idealista e inmediato, y después… Después viene la realidad:
Te sientes mal (lo típico).
(…)
(Porque te acuerdas
de cuando te abandonaron a ti).
Y después, la incomunicación y el abandono. ¿Y vuelta a empezar? El fin de un viaje, el principio de otro. Heridas o insignias. Heridas o precipicios. Berta lo sabe, y nos lo cuenta:
Este es el proceso. En síntesis:
saludos, y actos de amor,
actos crueles, y despedidas.
4
¿Cuando las personas dejan de ser vulnerables, está la poesía condenada a morir? ¿Renacerá de otra manera, más cínica más fugaz? ¿O es la poesía un afán siempre adolescente de mirarnos en un espejo, encapricharnos y no ver nada? La pérdida de la poesía, ¿es también materia para la pérdida? ¿Qué pérdida da más miedo? (La que nos enferma, entendiendo por enfermedad lo que nos aparta de la vida.) ¿Qué enfermedad inspira más miedo: la calma o la locura? ¿Acaba siendo la locura un síntoma más de la vulgaridad?
Temo desde entonces los brotes de amor leproso
que descomponen todo y luego se borran;
que surgen como en una guerra, heroicos y marginales,
y mueren como se muere todo: vulgarmente.
El idilio con la poesía, y la ruptura, y la vuelta. El miedo a esta. O su deseo.
Resaca de amor adolescente. O de poesía. De pérdida, en todo caso. Despertarte una mañana, restregarte y los ojos, ver la luz del mediodía entrando por la ventana y saber... ¿Saber qué? Que ya no está allí.
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Mi materia es la pérdida, escribe Berta García Faet en su libro Fresa y Herida. Quizá la pérdida sea atreverse ser vulnerable. Pero ¿frágil? / ¿Dices frágil? / Nunca paras. Nunca paras. No, no frágil, sino vulnerable. ¿Qué es ser vulnerable? Mostrar la herida. Convertirla en fresa. O viceversa. Ser vulnerable es asumir que Hoy está todo claro: / el amor lo ve todo muy bello, o preguntar: ¿Nos vamos a París? ¿Nos vamos a París? O prometer: Me casaré contigo. Verás. Me casaré contigo. No somos frágiles porque no paramos. Aunque a veces paremos de escribir: sabemos por qué (esperamos la pérdida). Porque coleccionamos deseos y documentos. Deseos y acumulación. De deseos. De la sed que no se apaga con nombrarla. (Pero / decir distimia no la suprime, / decir océano no lo suprime.) Invocación; ritual; sacrificio: poema.
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El primer poema lo escribió un adolescente. Un adolescente, además, inseguro e insatisfecho que se cuestionaba a sí mismo. Un adolescente que podría ser cualquiera, un adolescente expuesto y a la defensiva que cobra voz en los poemas de Berta:
Os preguntáis,
¿cómo se engendra un poema?
Yo os lo diré,
pero no me peguéis:
(…)
Berta describe, como el proceso de una historia de amor adolescente (ridícula e intensa; ridícula y plena; sin fin y sin sentido; que no entiende de horas ni de distancias), las calamidades del poeta enfrentándose a la palabra, cortejando a la palabra (o ligando con ella), invitando a la palabra a salir, a tomar algo, a pasar un tiempo juntos. El adolescente hace las preguntas de rigor. El adolescente enamorado, después, con su imagen idílica en su cabeza, hace otras preguntas. Preguntas a las que no sabe poner palabras. Preguntas a las que las palabras no dan respuesta. Con la poesía el adolescente siente una especie de encaprichamiento idealista e inmediato, y después… Después viene la realidad:
Te sientes mal (lo típico).
(…)
(Porque te acuerdas
de cuando te abandonaron a ti).
Y después, la incomunicación y el abandono. ¿Y vuelta a empezar? El fin de un viaje, el principio de otro. Heridas o insignias. Heridas o precipicios. Berta lo sabe, y nos lo cuenta:
Este es el proceso. En síntesis:
saludos, y actos de amor,
actos crueles, y despedidas.
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¿Cuando las personas dejan de ser vulnerables, está la poesía condenada a morir? ¿Renacerá de otra manera, más cínica más fugaz? ¿O es la poesía un afán siempre adolescente de mirarnos en un espejo, encapricharnos y no ver nada? La pérdida de la poesía, ¿es también materia para la pérdida? ¿Qué pérdida da más miedo? (La que nos enferma, entendiendo por enfermedad lo que nos aparta de la vida.) ¿Qué enfermedad inspira más miedo: la calma o la locura? ¿Acaba siendo la locura un síntoma más de la vulgaridad?
Temo desde entonces los brotes de amor leproso
que descomponen todo y luego se borran;
que surgen como en una guerra, heroicos y marginales,
y mueren como se muere todo: vulgarmente.
El idilio con la poesía, y la ruptura, y la vuelta. El miedo a esta. O su deseo.
*Todas las citas en cursiva están tomadas de Fresa y herida (Ayuntamiento de León, 2011), propiedad de Berta García Faet.
Creo que un poeta no deja nunca de ser adolescente, porque lo único que quiere es ser niño, no le sobra, pero le basta.
ResponderEliminarSaludos.
Amamos por igual
ResponderEliminarindistintamente
como los pájaros.
Besos...
Genial
ResponderEliminargracias :*
ResponderEliminarRealmente precioso y genial. La verdad es que, avergonzandome, debo de reconocer que yo he leído y leo poca poesía pero leyendo esta entrada, con tus comentarios, lo que escribió Berta que has puesto me han entrado muchas ganas y a partir de ahora me hago la promesa de leer mucha más. De hecho quizás este una temporada que me lea al menos 3 o 4 libros de poesía, incluyendo alguno que tenia mi e-book incorporado. Además voy a encargar a la casa del libro, el libro de poesías que unen poemas de escritores jovenes entre los que escribes tú junto a tu novela Lila y así ya tengo uno más de poesía que poder leer además con el placer añadido de poder leer las poesías de mi pequeña gran persona y como siempre te he dicho, que eres una escritora genial ;) y te admiro. Vamos en mí has tenido una admiradora/fan siempre ;). Y aver si quedamos algún dia, me llevo los libros y me los firmas :) que me haría mucha ilusión.
ResponderEliminarEl caso , que me has incitado a leer poesia, :), gracias por ello, porque leer, siempre viene bien leas lo que leas pero si es algo como la poesía y que encima lees poco pues mejor aún. ¿No?
Un besito cielo. (L)
Gracias, Elena, espero que los disfrutes :)
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