Nearly every
morning, a certain woman in our community comes running out of her house with
her face white and her overcoat flapping wildly. She cries out,
"Emergency, emergency," and one of us runs to her and holds her until
her fears are calmed. We know she is making it up; nothing is has really
happened to her. But we understand, because there is hardly one of us who has
no been moved at some time to do just what she has done, and every time, it has
taken all our strength, and even the strength of our friends and families, too,
to keep us quiet.
(Lydia Davis,
"Emergency", The Collected Stories)
Lydia
Davis es la mujer que corre. La mujer que a menudo se esconde detrás de un
narrador en tercera persona y se distancia de las emociones a través del
lenguaje intelectual. En realidad, el lector es quien se esconde, el lector es
el personaje escondido al que ese narrador se acerca por la espalda. Pero Lydia
Davis no se deja engañar por nosotros, porque siempre acierta. He pasado el
verano leyendo a Lydia Davis, leyendo, uno tras otro, sus libros de relatos, y
puedo decir una cosa: Lydia Davis es impredecible. La materia de Lydia Davis es
la vida. Lydia Davis no pretende hacer trucos de magia ni conseguir fuegos
artificiales, sino reflexionar: la suya es una prosa pensativa más que emotiva,
pero precisamente por eso consigue alcanzar nuestras emociones ocultas por la
razón. A Lydia Davis le gusta reflexionar sobre la verdad, o sobre lo que podría
ser una verdad, y sobre por qué a menudo no somos capaces de llegar a ella. O
no queremos llegar a ella. O nos chocamos de frente y seguimos nuestro camino mirando hacia otro lado.
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