A raíz del recital de jóvenes autores abulenses, Sombras en el adarve, que se celebrará en el Episcopio de Ávila el 23 de agosto, Raúl Vacas, nuestro poeta invitado, me envió este poema de Gonzalo Rojas cuando le mencioné que al final del acto haríamos un pequeño homenaje a la figura literaria abulense por excelencia: Santa Teresa. Este poema plantea una visión algo distinta (o no) de la que se tiene de ella en Castilla. Y desde que lo leí por primera vez, no paro de darle vueltas, y cada vez que lo leo me gusta más. Lo comparto aquí también para que lo disfrutéis.
Versión de la descalza
-Desde que me paré y anduve tengo la costumbre de ser dos,
dos muchachas, dos figuraciones,
una exclusivamente blanca con pelo rojo en el sexo, la otra
por nívea exclusivamente blanca.
Nos llamamos Teresa, las dos nos llamamos Teresa
y sin parecernos estrictamente somos una,
nos acostamos y lloramos sin saber que lloramos
y al amanecer del agua de las dos sale una.
Pero no venimos de Lesbos ni hay fisura
psiquiátrica en cuanto al animal del desasimiento
glorioso que somos de tobillo a nuca:
lo que es dos
es dos y nosotras no pasamos de una.
Ahí tienen andariegos nuestros dos pies
fundadores y ensangrentados, moradores de una,
ahí las viejas orejas que igualmente son dos
cuya música alta es asimismo una.
Dicen que soy escandinava, tal vez
sea escandinava, ninguna
posesa así de Dios fuera en Castilla dos
y en la Escandinavia de las estrellas fuera una.
(Gonzalo Rojas en Materia de testamento, 1988.)
una exclusivamente blanca con pelo rojo en el sexo, la otra
por nívea exclusivamente blanca.
Nos llamamos Teresa, las dos nos llamamos Teresa
y sin parecernos estrictamente somos una,
nos acostamos y lloramos sin saber que lloramos
y al amanecer del agua de las dos sale una.
Pero no venimos de Lesbos ni hay fisura
psiquiátrica en cuanto al animal del desasimiento
glorioso que somos de tobillo a nuca:
lo que es dos
es dos y nosotras no pasamos de una.
Ahí tienen andariegos nuestros dos pies
fundadores y ensangrentados, moradores de una,
ahí las viejas orejas que igualmente son dos
cuya música alta es asimismo una.
Dicen que soy escandinava, tal vez
sea escandinava, ninguna
posesa así de Dios fuera en Castilla dos
y en la Escandinavia de las estrellas fuera una.
(Gonzalo Rojas en Materia de testamento, 1988.)
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