(...) clavando los dientes por todo el cuerpo una niña comienza a hacerse de
mundo.
(Rocío Cerón)
Pegar un chicle a la
muralla
y huir
(Cintia Pérez)
La
piel nueva es de color rosado, como un chicle o un bebé. También duele el
nacimiento de la piel. La mujer que me cosió la rodilla dijo: falta un trozo de
piel, ¿quién lo tiene? Yo no
respondí.
En
la residencia de estudiantes de Utrecht, un vagabundo creó un refugio con
cartones debajo de nuestras casas. Cuando me levantaba pronto para ir a clase
lo veía rebuscando en los contenedores del aparcamiento de bicis. A la semana,
algunos alumnos llamaron a los vigilantes del campus. Destruyeron su fuerte.
Cuando volví, ya no estaba allí.
Todo
esto bajo el cielo azul. Donde la luz aún permanece en las sombras. Bajo la
ciudad llena de piedras, el calor apenas se aguanta. Tampoco el frío. Por eso
pegué un chicle a la muralla y huí: un único recuerdo de dientes y saliva era
todo lo que quería que quedase.
Siempre
se teme más a lo que no está.
jo-der, en serio, jo-der. A esta entrada y a la del domingo
ResponderEliminarYo celebro que ya escriba usted seguido.
ResponderEliminarUn lugar se convierte en un "topos" literario cada vez que nos dejamos allí la piel. A menudo encontrando otra, debajo.
ResponderEliminarAsí es.
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