lunes, 12 de marzo de 2012

Amy.



Amy Hempel dice esto allí. Y yo lo traduzco aquí.

El cordero huérfano, por Amy Hempel

Desolló el abrigo del cordero que había muerto en invierno, recogió con él la sangre acumulada sobre sus pantalones y siguió sujetándolo, dando vueltas primero a las pezuñas y rajando cada pierna, para después ir soltando la piel del hueso y el músculo.

Ató la piel al cuerpo del cordero huérfano para que la oveja madre reconociera el olor y le dejara mamar.

O eso me dijo.

Así es la seducción. Esta la historia que me contó, de todas las historias de granjero que podría haberme contado. Eligió una donde la brutalidad salva una vida. Quería que sintiera, cuando ajustaba su cuerpo sobre el mío, que así era como yo iba a seguir: así era como me reconocerían.

(Traducción de Emily Roberts.)

4 comentarios:

  1. Hermosa juventud (II): razones para un vegetarianismo imparable.

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  2. Me ha parecido un pasaje sobrecogedor; esta señora describe de una forma tan gráfica que casi se puede oler esa piel; el contrapunto no es menos impactante porque, hasta en un hecho que debiera provocar ternura, aletea en él, un elemento difícil de definir; que lo convierte en algo turbador.

    Por otra parte no creo que utilice el concepto seducción del mismo modo que lo he interpretado yo (se me escapa su planteamiento, la verdad), pero pienso que sí es cierto que, muy a menudo, nos vestimos con la piel de lo que ama la persona a la que queremos enamorar.

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