Hemos aprendido a quedarnos callados
ignorando
las señales
del desierto,
hemos aprendido a no llorar
visitando
nuestras carencias
de vez en cuando.
He estado pensando en aquello
que dijimos:
alquilar un barco,
vender todas nuestras
cenizas
a los muertos,
traficar con nuestra parte
de la casa, el invierno.
Hemos sitiado con nuestros ojos
las palabras de la ciudad,
sólo queremos deshacernos de lo que ya
no hemos vivido:
no hemos sabido respetar
nuestras promesas, y por ello
nos sentimos orgullosos.
Hemos aprendido a olvidar
todo lo que nos enseñaron,
también el instinto
de supervivencia.
Que mucho se olvida y que poco se aprende.
ResponderEliminarParece que las promesas, al final, están destinadas a romperse, son más frágiles que lo que intentamos desaprender. El poema en sí me transmite una soledad enorme. Es bueno. Un saludo.
ResponderEliminarolvi-dado
ResponderEliminarLeyéndote, a uno le entran ganas de poder desvestirse de su piel más de una vez, cambiar de cuerpo, aunque pensándolo bien, el corazón no se muda.
ResponderEliminarjo, ¿por qué todos tus versos son tan bonitos?
ResponderEliminargracias! :D
ResponderEliminarSin olvido ninguna vida es posible. Hay un momento para desaprender, que es una forma de crecer y crecer es aprender a ... vivir a la intemperie.
ResponderEliminarSaludos
cierto, leonardo.
ResponderEliminarsaludos!