martes, 29 de junio de 2010

bibliotecas clandestinas.



Llegará el día en que tengamos que escondernos para leer, agachar la cabeza, llevar una marca sobre la frente. Llegará el día en que los bomberos provoquen incendios, y los libros ardan en hogueras como las brujas de Salem hace siglos. Algo así ocurre en esta fantástica adaptación de Truffaut del clásico literario de Ray Bradbury, Fahrenheit 451.

Los libros nos hacen libres, y muchas personas se han dado cuenta del peligro que eso conlleva contra el totalitarismo, contra el control total y la diversidad de pensamiento. Detrás de cada libro hay una persona. Y también muchos lectores diferentes.

Yo me escaparé a los bosques y me aprenderé un libro de memoria, y en vez de mi nombre, cuando me presenté, diré mi título y mi autor. De momento, me queda decidir cuál. Y leer todo lo posible hasta que se convierta en un crimen.

Creo que citar el Testamento de Luna Miguel encaja a la perfección:

Escribí mi primer testamento
a los catorce años.

Recuerdo el deseo de morir,

recuerdo el intento de cortar mi blanca
piel

a la altura de la muñeca

(cuchillo
de plata,

los restos
de la vajilla vieja,
vajilla buena de los domingos...).

Recuerdo haber dictado al Tiempo:

y todos mis poemas te pertenecerán.


A los diecisiete seguía viva
y mi estómago recibió
diez pastillas
de Ibuprofeno.

No pasó nada.

No pasó nada; apenas
un vómito. Cagalera.
Dolor de esperanzas.
Dieta blanda.


Hoy tengo diecinueve años
y soy una cobarde. Y soy una cobarde
enamorada que pacta contigo
el precio de nuestro veneno.


No Romeo ni Julieta.
No como ellos, pienso.


Que la culpa no la tiene el amor:

sí la literatura.


(c) Luna Miguel, Testamento.

Si aprendí a vivir, si aprendí a sentir, si aprendí a amar, si aprendí a sufrir. No me lo enseñó la vida. Sí la literatura.

La literatura nos hace más humanos (para bien, y para mal). ¿Acaso es un crimen?

de lo hermoso y lo étereo.

The world cannot bear the weightlessness of sparrows
Or the confetti of our illegible addresses
The moon’s breathless ascent
The world cannot bear it
So the world makes heavy things
Like airplanes
And skyscrapers
Like your heart
And heavy things fall down
Because the world cannot bear them either.


(c) Denver Butson, Heavy Things.

Uno de mis poemas favoritos. Tu corazón. Mi corazón. Las mañanas frías. Los poemas tristes. Las canciones rotas. Las bicicletas al atardecer. Y sin embargo, aunque a veces no se vean (no se quieran ver), aunque a veces parezca que todo en el mundo es fealdad (nihilístico consuelo), existen. Están ahí.

Y cuando las vemos, nos tiemblan las manos, y el corazón.

Hay cosas tan bellas en
el mundo,
que no se pueden
soportar.

rebelión de la joven burguesa, ¿acaso sirve?

Cuna. Babero. Escuela. Libros. Tesis. Diploma.
Pobreza. Pleitos. Jueces. Las Cortes. Ruido.
Comités. Elecciones. Tribuna. Gloria. Olvido.
Viajes. El Bosque. Londres. París o Roma.

Regreso. Novia. Enlace. Rorros. Dientes. Aroma.
Ilusión. Señoritas. La sociedad. Marido.
Bailes. Celos. Pesares. Esclavitud. Gemido.
Nietos. Babero. Escuela. Griego. Latín y Doma.

Vejez. Gota. Desvelos. Desilusión. Novenas.
Ceguera. Gripe. Vértigos. Callos. Penas.
Abandono. Esquiveces. El patatús. La fosa.

Llanto. Duelo. Discursos. Decreto. Paz. Sonrisa.
Risa. Chalets. Pianola. Paseo. Una misa.
Tumba. Silencio. Ortigas. Ausencia. Cruz mohosa.


(c) Guillermo Valencia, La serie sustantiva.

No queremos que nuestra vida
sea una serie sustantiva.

sábado, 26 de junio de 2010

satélites desorbitados.

Y entonces lo comprendí. Habíamos sido unas magníficas compañeras de viaje, pero, en definitiva, no éramos más que dos solitarios pedazos de metal trazando su propia órbita cada una. Desde lejos parecían bellos como estrellas fugaces. En realidad sólo éramos prisioneras sin destino encerradas cada una en su propia cápsula. Cuando las órbitas de dos satélites se cruzaban casualmente, nos encontrábamos. Quizá simpatizábamos. Pero solo duraba un instante. Momentos después volvíamos a estar inmersas en la soledad más absoluta. Y algún día arderíamos y quedaríamos reducidas a nada.


(c) Haruki Murakami, Sputnik, mi amor.

A veces siento que nunca podremos llegar a comprender del todo a ninguna persona. A veces creo que ignoramos las cosas importantes de las personas que tenemos a nuestro lado. A veces creo que la comunicación sólo lleva a la incomunicación, y que, en el fondo, vivimos todos aislados en el interior de nuestras burbujas de cristal, y que sólo podemos tener la ilusión de no estar solos en algunos momentos. Todos somos diferentes. Todos flotamos dentro de nuestro propio mundo. Y de vez en cuando, nos encontramos.

Somos desconocidos, hasta para nosotros mismos.

viernes, 25 de junio de 2010

¿vivir o contar?

Esto es lo que engaña a la gente; el hombre es siempre un narrador de historias; vive rodeado de sus historias y de las ajenas, ve a través de ellas todo lo que le sucede; y trata de vivir su vida como si la contara.

Pero hay que escoger: o vivir o contar. (...)

Cuando uno vive, no sucede nada. Los decorados cambian, la gente entra y sale, ¿o es todo? Nunca hay comienzos. Los días se añaden a los días sin ton ni son, en una suma interminable y monótona. De vez en cuando, se saca un resultado parcial; uno dice: hace tres años que viajo, tres años que estoy en Bouville. Tampoco hay fin: nunca nos abandonamos de una vez a una mujer, a un amigo, a una ciudad. Y además, todo se parece: Shangai, Moscú, Argel, al cabo de quince días son iguales.


(c) Jean-Paul Sartre, La Náusea.

Antes creía que así era: escogías vivir o escogías contar. Yo era la narradora que, escondida, desapercibida, veía la vida pasar desde un rincón. Aquello no era para mí. A mí me había tocado la palabra escrita.

Tal vez no haya que elegir. Tal vez... puedan elegirse las dos. Tal vez no sea tan distinto, contar historias y vivir. Tal vez se complementen el uno al otro. Puede que no haya momentos perfectos, ni banda sonora, ni las palabras adecuadas. Puede que haya muchos malos momentos, momentos mediocres, momentos interminables.

Pero hay momentos que, en sí mismos, son pequeños tesoros preciosos que nos hacen enamorarnos de la vida, aunque a veces duela.

martes, 22 de junio de 2010

el deseo.

El deseo trabaja como el viento. Sin esfuerzo aparente. Si encuentra las velas extendidas nos arrastrará a velocidad de vértigo. Si las puertas y contraventanas están cerradas, golpeará durante un rato en busca de las grietas o ranuras que le permitan filtrarse. El deseo asociado a un objeto de deseo nos condena a él. Pero hay otra forma de deseo, abstracta, desconcertante, que nos envuelve como un estado de ánimo. Anuncia que estamos listos para el deseo y sólo nos queda esperar, desplegadas las velas, que sople su viento. Es el deseo de desear.


(c) David Trueba, Saber Perder.

El ser humano es, por naturaleza, un ser deseante. Un ser perpetuamente insatisfecho. Un ser... ¿indeseable? Tal vez no tanto.

domingo, 20 de junio de 2010

en busca de lo trascendental.

Acabaré escribiendo
cualquier cosa
menos poesía.

Acabaré ahogada
en la sábana,
en la cama verde
que no alcanzo
cama
a la que no llego
por este camino
ruidoso.

Autobús: casa.

Argelinos dormidos.
Maricas que respiran
rápido
como si vivieran al borde
de la muerte.

Transporte atestado: casa.

Acabaré mareada
en la cuneta
dos euros ochenta y cinco
céntimos.

Y a cada hora el trayecto
es más
peligroso.
Y a cada hora
la cama
es más
extraña.

Acabaré mandando
Continental Auto
a la mierda.

Porque la vida
es cualquier cosa
menos poesía.

Porque qué tiene
de poético
el miedo hoy
en mi carne.

Acabaré haciendo
cualquier otra cosa
menos
poesía.

Porque no es lo que tú.

Ni lo que yo.

Porque no es lo que el mundo
necesita.


(c) Luna Miguel, Notturno 223, cuarta parte. (blog)

Me he comprado Estar enfermo, el primer poemario de Luna Miguel, una joven poetisa que a sus diecinueve años ya viene pisando fuerte. El poema que he escogido para la cita no aparece en dicho libro, pero refleja muy bien esa sensación que algunas personas (tal vez todas, tal vez unas más que otras, tal vez unas lo dicen y otras no) tienen: que la vida no es poesía. Puede que la vida sea más prosaica de lo que nos gustaría, puede que, en ocasiones, nos sintamos asqueados y solos.

Pero la poesía está ahí. En las pequeñas cosas. Sólo hay que buscarla, y creer en ella. Y pensar que no todo tiene que ser trascendental ni necesario. La vida y el ser humano son contingentes, casuales. Fortuitos. Como la poesía. Una de las cosas más inútiles que existen, y quizás de las más bellas.

El mundo necesita a la poesía para no ser tan inmundo.

sábado, 19 de junio de 2010

las chicas tristes volverán a madrid.

El sol es una estufa de butano
la vida un metro a punto de partir
hay una jeringuilla en el lavabo
pongamos que hablo de Madrid.


(c) Joaquín Sabina, Pongamos que hablo de Madrid.

Hogar, dulce hogar. Primera noche. Máxima: 20º. Mínima: 9º.

jueves, 17 de junio de 2010

noche.

En la noche
se enreda el humo en
mis pestañas
y me hacen daño
las rodillas.

En la noche,
bailando
sin futuro,
sin vergüenza,
sin pasado.

Sin identidad.
Sin sentir.

No puedo.
No tengo
no-pensar,
no-corazón,
en mi laberinto.

No soy una
de estas cuatro paredes.


(c) Emily Roberts.

martes, 15 de junio de 2010

ejercicios.

Me dirán: "Has cambiado. No sé en qué, pero te veo diferente". No más alta, ni más gorda, ni más delgada. Diferente.

Me dirán: "Estás más fuerte, has hecho ejercicio", y yo diré "Sí, es el yoga y el pilates".

Soy más fuerte, pero más flexible. Ya no me oculto tras una dura cáscara de nuez que se resquebraja al primer golpe.

Y también es el corazón. Está diferente. Lo he ejercitado.

(Tal vez tenga la suerte de que algunas personas no me reconozcan. Lo dudo).

lunes, 14 de junio de 2010

home is where the heart is.

Fases del duelo: negación, ira, negociación, depresión, aceptación.

Las paredes de mi cuarto están ahora desnudas. "Parece tu casa", solían decirme. Era mi casa. Ha sido mi casa. Ahora no siento que vaya a dejar mi casa; no del todo, porque tan sólo es una habitación desnuda y vacía (con su terraza y sus vistas de luces de noche tristes de Madrid). ¿Y mi habitación de casa? Calor, hogar. El hogar. Mis peluches y mis estanterías repletas de libros. Extraña. Doble vida. Como los agentes secretos. Allí seguiré siendo la niña rara y antisocial de siempre, y nadie sabrá de mis peripecias madrileñas, donde nunca me he sentido sola. Madrid empieza a difuminarse. Un día de verano en el que el calor me ahogue mientras duermo, despertaré creyendo que todo esto ha sido un sueño.

Ya lo parece. Se acabó. Ya no más clases, no más facultad de filología, no más violinista de CiU, no más piso universitario, no más clases de pilates, no más tardes perdidas mirando libros y leyendo sola en un café, no más quedadas, no más metros con las mejores compañías, no más. Porque venir aquí no es lo mismo que vivir, y este año lo he comprobado.

Y los había que querían que fracasase. Que pensaban que la niña de pueblo había leído demasiados libros, que volvería de la gran ciudad -o la boca del lobo- llorando a lágrima viva, con el rabo entre las piernas, para no querer separase jamás de su tierna y dulce ciudad natal. Porque eso se lleva en la sangre, muy adentro, dicen.

Desarraigo.

Pues no. No recuerdo lágrimas en Madrid. En mi almohada de casa -mi almohada de niña, de los quince años- aún pueden olerse las lágrimas viejas, la sal cristalizada. No fui una Caperucita imprudente. Yo siempre he sido Medea. La eterna extranjera en su propia tierra. En cualquier lugar. Y ahora, Medea parece que ha encontrado su sitio. Pero, ¡quedan tantos lugares por visitar, por vivir! Creía que sólo había un único sitio para cada persona en el mundo. Creía que sabía dónde estaba el mío. Se siente. Y, sin embargo, parece que hay más de uno. Y más de dos. Qué gran tragedia, ¿no? Que se cumpla el deseo de tu corazón en múltiples ocasiones. O, tal vez, sea una fortuna. O una ironía. No lo sé.

Sólo sé que no lloré cuando acabó el instituto. Porque no me dejaba nada ahí, porque no lo echaría de menos -ya que a las únicas personas que me importaban, las seguiría viendo-. Pero ahora, ahora es diferente. Ya me ha pasado dos veces en un año. Hay personas. Me dejo gente. Me voy. Y volveré en septiembre, pero aún así... ¡Se acabó! Y de todas formas, tres años pasan volando. ¡En un soplido! En tres años, se esperará que seamos personas mayores dispuestas a ser devoradas por el mercado de trabajo. Con maña y experiencia y cinismo, y ni una pizca de inocencia o ingenuidad.

¡Se acabó! Como decía Celia de Elena Fortún al final Celia y sus amigos. Se acabó el jugar a los barcos, a los indios y al cine. Se acabaron las diabluras y las niñerías, pensaba, mientras un coche se la llevaba a un internado para señoritas en París. La pobre no sabía lo bien que acertaba. Que en el próximo libro, las travesuras no las llevaría a cabo ella, sino su hermanito Cuchifritín. Que en el próximo libro ella sería Celia, madrecita, aunque aún no tuviera hijos, pero sí juicio. Se habría convertido en una señorita de colegio privado francés, siguiendo todas las pautas que la sociedad espera de ella. Y así, daría consejos a los niños y sólo le quedaría ahogar su terrible imaginación en los cuentos e historias. Porque la imaginación desbordante es de niños. Que no nos la quiten. Que sigamos siendo niños, entonces. Porque la vida, sin imaginación, es azul y gris, como las calles de París en noviembre, sin música ni artistas.

¡Ay, Celia...! Se acabó primero, se acabó el piso de estudiantes, se acabó el metrobús, hacer y deshacer maletas, viajes de ida y vuelta en el tren.

Y para entretenerme este verano amurallado, ya que he vuelto a ser poeta, he decidido volver a ser fotógrafa. Todo vuelve, ¿no? Después de haber suicidado dos cámaras en dos años, veremos qué se da ahora... Os mantendré informados.

nubes, imágenes, azar.

Parecen nubes. Veleras,
voladoras, lino, pluma,
al viento, al mar, a las ondas
-parecen el mar- del viento,
al nido, al puerto, horizontes,
certeras van como nubes.

Parecen rumbos. Taimados
los aires soplan al sesgo,
el sur equivoca al norte,
alas, quillas, trazan rayas,
-aire, nada, espuma, nada-,
sin dóndes. Parecen rumbos.

Parece el azar. Flotante
en brisas, olas, caprichos,
¡qué disimulado va,
tan seguro, a la deriva
querenciosa del engaño!
¿Qué desarraigo, ingrávido,
entre voces, entre imanes,
entre orillas, fuera, arriba,
suelto! Parece el azar.


(c) FIGURACIONES, Pedro Salinas.

Figuraciones como cometas. Casualidades.

domingo, 13 de junio de 2010

llevo puesto.

Llevo las calles de Madrid en la suela de mis zapatos. Llevo tus sonidos tatuados en mi piel. Llevo puesta la felicidad, como un vestido, en mi corazón. Es mía, y depende de mí, no de los demás. Ya no. Aprender a ser feliz es difícil, pero posible.

el amor.

¿Es acaso el amor una colección apresurada de significaciones? ¿Es acaso el amor la unificación del mundo en torno a un ser simbólico?


(c) Luis Martín-Santos, Tiempo de Silencio.

¿Es eso el amor? No, no es el amor. Sé que no lo es. Pero siempre es difícil no idealizar a otras personas, no crearse unas expectativas, aún a sabiendas de que cada persona es un mundo que sólo llegamos a percibir, con suerte, de lejos. Y el resto, lo imaginamos. Tal vez haga falta un poco más de comunicación. ¿O es eso lo que acaba con el amor, el encontrarse de bruces con la realidad?

viernes, 11 de junio de 2010

soledad.

¿Por qué tenemos que quedarnos todos tan solos? Pensé. ¿Qué necesidad hay? Hay tantísimas personas en este mundo que esperan, todas y cada una de ellas, algo de los demás, y que, no obstante, se aíslan tanto las unas de las otras. ¿Para qué? ¿Se nutre acaso el planeta de la soledad de los seres humanos para seguir rotando? (…) Cerré los ojos, agucé el oído y pensé en los descendientes del Sputnik que cruzaban el firmamento teniendo como único vínculo la gravedad de la tierra. Unos solitarios pedazos de metal en la negrura del espacio infinito que de repente se encontraban, se cruzaban y se separaban para siempre. Sin una palabra, sin una promesa.


(c) Haruki Murakami, Sputnik, mi amor.

A veces, los satélites se encuentran y dejan de sentirse tan solos. Sus órbitas se cruzan y se confunden. A veces, durante unos instantes. Creemos que no estamos solos. Compartimos nuestros mundos tan distintos. Robamos una sonrisa. La amistad como arte. El arte de dar un rumbo a los Sputniks, aunque sigan girando sobre sí mismos.

miércoles, 9 de junio de 2010

románticos y estupideces.

Los deseos infantiles salvan todos los obstáculos que les pone el espíritu maduro y con frecuencia perduran más que él, hasta la última vejez.


(c) Milan Kundera, El libro de los amores ridículos.

No nos rompen el corazón. No son los demás, ni la lluvia, ni las canciones bonitas. Somos nosotros, nosotros y nuestros deseos infantiles y obstinados los que nos rompemos el corazón una y otra vez. Como decía David Trueba, un sentimental es el que espera algo que puede llegar a suceder. Un romántico espera contra toda probabilidad.

tormenta de verano.

El hombre atraviesa el presente con los ojos vendados. Sólo puede intuir y adivinar lo que de verdad está viviendo. Y después, cuando le quitan la venda de los ojos, puede mirar al pasado y comprobar qué es lo que ha vivido y cuál era sus sentido.

(...)

De pronto comprendí que no fue más que una ilusión haber pensado que cabalgábamos nosotros mismos en nuestras propias historias y que dirigimos su marcha; que en realidad es posible que no sean, en absoluto, nuestras historias, que es más probable que nos sean adjudicadas desde fuera; que no nos caracterizan; que no podemos responder de su extrañísima trayectora; que nos raptan, dirigidas desde otra parte por fuerzas extrañas.


(c) Milan Kundera, El libro de los amores ridículos.

¿Somos nosotros así porque lo hemos decidido, o por una mera casualidad? ¿Lo deciden otros? ¿Somos conscientes de cómo podemos influir en la vida de los demás? ¿Sabemos quién somos?

Y mientras, Madrid llora al son de una triste canción de amor porque no quiere que me vaya. Ni yo tampoco.

domingo, 6 de junio de 2010

a new beginning.



My blueberry Nights, Wong Kar-wai.

Preciosa película sobre encontrarse a uno mismo (y a los demás). No creo en el destino; sí en las casualidades que son aprovechadas.

viernes, 4 de junio de 2010

poesía.

Escribo poemas. Un libro de poemas.
Poemas suicidas y anti-exámenes, poemas cursis, adolescentes, furiosos.

Escribo poemas porque
no puedo ser más sincera.

jueves, 3 de junio de 2010

j'étudie le français. je m'ennuie de la conjugaison des verbes. je meurs de chaleur.

Estudio francés. Paseo. Leo. Cazo mosquitos. Leo Te comerás el mundo, que Jara me dedicó tan cariñosamente ayer. Leo también Formas del amor, de David Garnett.

Los que pensamos que forman parte del mundo real -ese hombre gordo y calvo, esa mujer envejecida con sus arrugas empolvadas contemplando el auditorio como una gallina que no sabe si debe cruzar la carretera- resultan tan triviales y efímeros que es como si no existieran. Pero cuando se apagan las luces y se levanta el telón, nos encontramos con gente verdadera, con emociones reales, y nos sentimos transportados hacia lo verdaderamente trascendente. Esta esposa de terrateniente ruso, inspirada en la amante de Turguenev, Pauline Viardot, es más real en sus continuas reencarnaciones de lo que jamás lo serán Pauline o Rose.


(c) David Garnett, Formas del amor.

A veces parece que realmente es así. Supongo que por eso leemos (y escribimos). Pero no estaría de más que cada día de nuestra vida (o al menos de vez en cuando) fuera una página de una novela. Recordar que estamos vivos. No difuminarnos.

miércoles, 2 de junio de 2010

insomnio veraniego.

Con la llegada de este calor aplastante a Madrid, me cuesta dormir. También se debe a mi cerebro sobreestimulado por los exámenes, que me convierten en una persona hiperactiva y más inspirada de lo habitual sin tomar ni una sola gota de café. Inspiración pre-examinal. (O estrés).

Hoy hace apenas un año que dije adiós al instituto para siempre. Y a mi ciudad natal también. Porque, aunque regrese este verano (dejando aquí a Madrid y sus mañanas grises, Madrid y sus locales bizarros, Madrid y su contaminación, Madrid de putas y de mendigos, Madrid de sueños estudiantiles, Madrid, mi amor), la distancia no podrá salvar el abismo que se ha creado a lo largo de este año. He cambiado; soy diferente. He aprendido y he visto cosas nuevas. He conocido personas con distintas formas de ver el mundo. Me he convertido en la persona que buscaba ser. Ya no tengo miedo. Y aunque vuelva y la gente que creyó conocerme me mire y me pregunte sobre mi vida ahora, hay una muralla que no se puede traspasar. No es una fortaleza de granito, como la de Ávila, sino de pan. Una muralla de pan. Sosa y blanda. Pero así y todo, impenetrable.

(PD: Hoy ha salido publicado Rutinas. Se puede conseguir una copia gratuita en el Espacio Joven de Ávila.)

(tú y mi) fin de semana.

Atocha. Helados de Stracciatella. Mojitos. Universidad. Colarnos en clases. Feria del Libro. Ilusiones. Sueños. Proyectos. Picnic en el Retiro. Leer NANA juntas. Piso de estudiantes. Palacio Real por la noche. Libros. Muchos Libros. Éxtasis de libros. Templo de Debod. Gran Vía. Restaurante vegetariano. Confidencias. Futuros lejanos, y no tanto. Pide un deseo. Madrid.

Gracias por este fin de semana mágico♥. Espero que se repita muy pronto.

martes, 1 de junio de 2010

my name is dolores haze.

Lolita, light of my life, fire of my loins. My sin, my soul. Lo-lee-ta: the tip of the tongue taking a trip of three steps down the palate to tap, at three, on the teeth. Lo. Lee. Ta.


(c) Vladimir Nabovok, Lolita.

Qué gran obra maestra. Qué gran principio. Qué gran escritor.

once in a while.

You’re in a car with a beautiful boy, and he won’t tell you that he loves you, but he loves you. And you feel like you’ve done something terrible, like robbed a liquor store, or swallowed pills, or shoveled yourself a grave in the dirt, and you’re tired. You’re in a car with a beautiful boy, and you’re trying not to tell him that you love him, and you’re trying to choke down the feeling, and you’re trembling, but he reaches over and he touches you, like a prayer for which no words exist, and you feel your heart taking root in your body, like you’ve discovered something you didn’t even have a name for.


(c) Richard Siken, You Are Jeff.

Esto es por lo que vivimos cada día.

inauguración.

Un nuevo viaje, un nuevo comienzo, un nuevo blog. Una crónica vital y literaria.

Aquí pondré poemas, citas que me gusten y pensamientos variados. Influencias e inspiraciones. Espero que los disfrutéis.